El esperado segundo álbum de Carlos Ares, La boca del lobo, ya está disponible desde el pasado 16 de mayo, y está demostrando ser una obra que confirma la madurez de uno de los talentos más prometedores del panorama musical español. Este nuevo trabajo llega tras el aclamado Peregrino (2023), que le valió el Premio MIN al Mejor Álbum de Pop. Ahora, Ares sube el listón con un álbum más visceral, eléctrico y emocional que refleja tanto su evolución artística como una conexión más directa con sus raíces y su banda.
Si en su primer disco predominaba una producción más íntima, en La boca del lobo el sonido cobra cuerpo y músculo. Carlos Ares ha querido capturar la energía de su directo, y eso se nota en cada uno de los cortes: desde la fuerza rítmica de “Importante” hasta la crudeza emocional de “Páramo”. Las canciones parecen concebidas para vibrar en vivo, con estructuras amplias, dinámicas progresivas y una instrumentación mucho más sólida.
El álbum ha sido grabado en Galicia, como parte de una búsqueda del artista por no perder el contacto con su tierra. De hecho, el propio título remite a una expresión que anticipa el peligro, la oscuridad o los desafíos internos, una metáfora perfecta para describir el momento vital y musical que atraviesa Ares.
La boca del lobo no se conforma con sonar bien. Se atreve a sonar diferente. Carlos Ares ha dejado claro que no quiere repetir fórmulas, y lo consigue con un álbum que se mueve con soltura entre el folk gallego, el indie rock más melódico, el power pop, e incluso ciertos guiños al rock progresivo.
Hay guitarras acústicas, mandolinas, sintetizadores atmosféricos y secciones rítmicas poderosas. Pero, sobre todo, hay un espíritu de banda. Ares ya no es solo un cantautor que se acompaña. En este disco se presenta como parte de un engranaje colectivo, donde cada instrumento y cada arreglista suman a una visión sonora común.
Temas como “Autóctono” –una verdadera declaración de amor a Galicia–, “Días de perros” o “Ultimátum” despliegan registros variados, con letras que abordan la identidad, la pertenencia, la ansiedad contemporánea y la búsqueda de lo esencial. Es un disco que no teme ser emocional y que brilla por su autenticidad.
Los sencillos previos –“Importante”, “Autóctono”, “Páramo” y “Días de perros”– ya apuntaban el giro estilístico, pero escuchado en conjunto, el álbum revela su verdadero alcance artístico. Además, su presentación en directo está generando expectación, especialmente con la fecha confirmada en el festival Tomavistas el próximo 30 de mayo, donde Ares defenderá este repertorio por primera vez ante una gran audiencia.
La boca del lobo no es solo el segundo disco de un artista emergente. Es una confirmación. Una señal de que Carlos Ares no es pasajero, ni rehén de las modas, sino un creador comprometido con su propio lenguaje, con algo que decir y una manera muy particular de decirlo. Su música, ahora más colectiva, más potente y más sincera, tiene ya una voz propia. Y ese es el verdadero triunfo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario