Anoche la salad madrileña Gruta 77 volvió a ser puro rock. Con la sala hasta arriba y un ambiente cargado de energía, Electric Flames presentaron su nueva formación, con Santi Troyano debutando a la batería. La banda madrileña ofreció un concierto redondo, potente y sin artificios, dejando claro que atraviesa uno de sus mejores momentos.
El arranque con “One Wish” y “Lucky Break” puso la sala patas arriba desde el primer minuto. Olivia, al frente, se mostró imparable: voz firme, presencia escénica y una conexión constante con el público. A su lado, Raúl y Óscar dieron forma a un muro de guitarras preciso y demoledor, mientras David al bajo y el recién incorporado Santi marcaron una base rítmica sólida y compacta que sostuvo todo el concierto.
El setlist mantuvo la intensidad de principio a fin, sin altibajos. Canciones como “The Night Is Ours”, “On Top”, “My Route” o “Take It Off” sonaron con fuerza y convicción, demostrando que la banda está más cohesionada que nunca. El público lo vivió con entusiasmo, cantando cada estribillo y acompañando cada riff como si fueran parte del grupo.
El tramo central, con “Rebirth”, “No Way” y “Salvation”, mostró la cara más contundente de Electric Flames, con un sonido más maduro y una ejecución impecable. La compenetración entre los cinco fue total, y se notó tanto en el escenario como en la reacción de la sala.
Uno de los momentos más intensos llegó con “Enough”. Antes de arrancar el tema, Olivia tomó un momento para reflexionar sobre el silencio de la sociedad ante la matanza de niños en las guerras, haciendo referencia a la situación en Gaza. Un gesto sencillo pero contundente que añadió aún más carga emocional a la interpretación.
La recta final, con “Perfectly Wrong” y “Goodbye”, mantuvo la tensión y cerró la noche sin necesidad de bises. Una despedida directa y sincera, de las que dejan el eco flotando en la sala.
Electric Flames salieron de la Gruta 77 con los deberes más que hechos. Con Santi Troyano perfectamente integrado y el resto del grupo en plena forma, lo de anoche no fue solo un concierto: fue la confirmación de que su fuego sigue ardiendo, más fuerte y más necesario que nunca.
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